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sábado, 1 de mayo de 2010

Francesc Torralba Roselló

En la quinta y última jornada del Congreso (viernes 30 de Abril) sobreslieron las ponencias finales. Así, , Doctor en Filosofía y en Teología, y director de la cátedra ETHOS de la Universidad Ramón Llull, llamó poderosamente la atención a los participantes al referirse a la educación de la llamada "inteligencia espiritual".

En su ponencia, trató de definir el concepto de inteligencia espiritual: "modalidad de la inteligencia que nos faculta, que nos habilita para preguntarnos por el sentido de la vida, asombranos, tomar distancia de la realidad"; "una modalidad -apuntó el profesor Torralba- que debe ser educada y contemplada en los procesos educativos como ocurre ya en países de tradición anglosajona, canadiense, norteameticana, y que está en todo ser humano habilitandolo para hacer de nuestra vida un proyecto singular y personal".

El profesor ahondó más en este asunto de la inteligencia espiritual pues "ésta -afirmó- ayuda a desarrollar competencias genuinamente humanas como la capacidad de silencio, de asombro y admiración, de contemplar, de discernir, de ampliar los contextos en los que situamos nuestras vidas, en definitiva, al desarrollo de una cierta profundiad existencial y vital".

En segundo lugar, el ponente se preguntó, ¿cómo se cultiva esta inteligencia espiritual? "Defendiendo la necesidad de ir introduciendo la misma en la escuela formal, y en este sentido, subrayó la importancia del “cultivo del silencio y del diálogo socrático” frente a toda una generación que siente gran intolerancia al silencio y la soledad, cuando ellas, precisamente, son las que “nos permiten contemplar, gozar de experiencias nuevas”.

Por último, en cuanto a los beneficios que traería el cultivo y la educación en esta inteligencia espiritual, el ponente había identificado doce, pero subrayó tan sólo dos: contar con personas más profundas, y el desarrollo de una conciencia crítica y autocrítica.

La última ponencia del Congreso estuvo a cargo del profesor Eloy Bueno, bajo el título “la dignidad del discípulo como reto para el maestro”. La intervención comenzó exponiendo cuatro rasgos del mundo actual, a saber, que vive en un nuevo paradigma, así como en un vacío de Dios llenado por el mercado, que está produciendo un nuevo modelo antropológico y, como cuarto elemento, explicó el teólogo, el desarrollo de algunas corrientes anti o post humanistas.

Posteriormente el profesor Bueno se detuvo en el modelo del humanismo cristiano, centrado en la persona de Jesús y en Dios como quien es “digno de ser creído por su amor extremo e inaudito”. Desde esa singularidad cristiana, el conferenciante concretó que “la educación debería consistir en ir posibilitando el desarrollo de la capacidad de amar”. Educar –propuso – “lo que somos, para lo que somos capaces de llegar a alcanzar”. Desde esta concepción defendió más que una educación en valores, la “virtud como criterio en la educación”, de modo que se eduque a la persona para que desarrolle lo que es y de lo que es capaz y, de este modo –dijo – “ganaremos en la dignidad del educando y del educador”.

El director del centro, Juan Pedro Rivero, clausuró el Congreso recordando su origen e historia, así como las cifras de participantes en el mismo. Agradeció la colaboración de todos y subrayó que “no podemos dejar de ocuparnos del bien de aquellos que amamos”, ya pesar de los retos grandes, “las dificultades educativas no son insuperables”.

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