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domingo, 2 de mayo de 2010

Llena mi vida de Entusiasmo

Salmo de confianza

Señor Jesús, eres luz para mi camino,
Eres el Salvador que yo espero.
¿Por qué esos miedos ocultos? ¿A quién temo, Señor?
La vida es como una encrucijada,
Y a veces, indeciso, no sé por dónde ir.
Creo en ti, Señor Jesús. Tú eres la defensa de mi vida
¿Quién me hará temblar?

Lo sé de sobra: seguirte es duro;
¡Hay tantas cosas fáciles de conquistar a mi lado!
Yo sé, Señor, que si me dejo llevar por ellas,
Me amarrarán hasta quitarme la libertad que busco.
Los obstáculos del camino caerán como hojas de otoño.

Aunque la mentira y la violencia acampen contra mí,
Aunque el dinero y el placer me rodee como un ejército,
Mi corazón, Señor Jesús, no tiembla.
Aunque la publicidad fácil me declare la guerra
Y mis ojos encuentren en cada esquina
Una llamada a perder mi dignidad humana,
Mi corazón dirá que no,
Porque en ti me siento tranquilo.

Una cosa te pido, Señor, y es lo que busco:
Vivir unido a ti, tenerte como amigo
Y alegrarme de tu amistad sincera para conmigo.
En la tentación me guarecerás
Algo así como el paraguas de la lluvia;
En la tentación me esconderás en un rincón de tu tienda,
Y así me sentiré seguro como sobre roca firme.

Señor Jesús, escúchame, que te llamo.
Ten piedad. Respóndeme, que busco tu rostro.
Mi corazón me dice que tú me quieres,
Y que estás presente en mí,
Que te preocupas de mis problemas
Como un amigo verdadero.

Busco tu rostro: no me escondas tu rostro.
No me abandones, pues tú eres mi Salvador.

Señor, enséñame tu camino,
Guíame por la senda llana.
Yo espero gozar siempre de tu compañía.
Yo quiero gozar siempre de tu Vida en mi vida.

Espero en ti, Señor Jesús: dame un corazón
Valiente y animoso para seguirte.
Tú que eres luz para mi camino
Y el Salvador en quien yo confío.

Salmo para el camino

A ti, Señor, presento mi ilusión y mi esfuerzo;
En ti, mi Dios, confío, confío pq sé q me amas.
Que en la prueba no ceda al cansancio,
Que tu gracia triunfe siempre en mí.
Yo espero siempre en ti. Yo sé que tú nunca defraudas al que en ti confía.

Indícame tus caminos, Señor; enséñame tus sendas. Que en mi vida caminos de paz y bien,
Caminos de justicia y libertad.
Que en mi vida se abran sendas de esperanza,
Sendas de igualdad y servicio.
Encamíname fielmente, Señor.
Enséñame que tú eres mi Dios y Salvador.

Recuerda, Señor, q tu ternura y tu lealtad nunca se acaba; no te acuerdes de mis pecados.
Acuérdate de mí con tu lealtad, por tu bondad, Señor.

Tú eres bueno y recto y enseñas el camino a los desorientados. Encamina a los humildes por la rectitud, enseña a los humildes su camino.
Tus sendas son la lealtad y la fidelidad para los q guardan tu alianza y tus mandatos.

Porque eres bueno, perdona mi culpa,
Cuando te soy fiel, Señor,
Tú me enseñas un camino cierto;
Así viviré feliz y enriquecerás mi vida con tus dones.
Tú, Señor, te fías de mí y me esperas siempre.
Tú, Señor, quieres que quieras que sea de verdad tu amigo.

Tengo los ojos puestos en ti
Que me libras de mis amarras y ataduras
Pues estoy solo y afligido
Ensancha mi corazón encogido
Y sácame de mis angustias.

Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados.
Seor, guarda mi vida y líbrame de mí mismo. Señor, que salga de mi concha y vaya hacia ti y q no quede defraudadote haberme confiado a ti.

Indícame tus caminos, Señor, tú q eres el Camino. Hazme andar por el sendero de la verdad, tú que eres la Verdad del hombre. Despierta en mí el manantial de mi vida, tú que eres la Vida de cuanto existe.








Salmo desde la ternura a María

Tú eres, María, la experiencia más bella del Evangelio. En ti Dios se ha hecho Noticia Buena para el hombre. Eres como la luz del alba que abre camino al Sol; eres esa estrella matutina que anuncia el Día. Eres la mujer creyente que acoge y guarda la Palabra; la mujer joven que entra en el plan de Dios libre y gozosa. Eres estilo de vida, nuevo y fascinante en la Historia; eres, María, la virgen bella y fecunda de Nazaret.
Mi corazón joven se alegra ante tu presencia luminosa; mi corazón joven busca en el tuyo un camino de verdad; mi corazón joven se abre a tu vida limpia y profunda; mi corazón joven busca en tus ojos un camino de libertad. Me siento feliz porque eres madre y eres virgen; me siento feliz porque eres como un lago profundo de paz; me siento feliz porque eres limpia como la luz de las estrellas: me siento feliz porque eres libre como agua del manantial.
Eras joven, María, cuando revolucionaste la Historia; eras joven cuando Dios, de puntillas, llamó a tu puerta; eras joven cuando dijiste “sí” a su proyecto de vida; eras joven cuando diste decidida, a su plan, respuesta. Eras joven y te abriste a Dios como la flor al sol; eras joven y dejaste a Dios que entrara libre en tu tienda; eras joven y tus alas alzaron el vuelo hasta la cumbre; eras joven y en tu vida, con Dios, entró el ritmo de la fiesta.
Tu corazón joven dijo: ¿Cómo podrá ser eso? ¿Cómo? Tu corazón joven dijo: He aquí la esclava; he aquí. Tu corazón joven dijo: Mi alma glorifica al Señor, mi alma. Tu corazón joven dijo: Hágase en mí según tu Palabra; tu Palabra. Tu corazón joven dijo: Tus caminos son mis caminos, mis caminos. Tu corazón joven dijo: ¿qué quieres, Señor, q yo haga? Tu corazón joven dijo: Tu proyecto es mi proyecto; mi proyecto. Tu corazón joven dijo: Me alegro en el Dios que me salva.
Gracias, María, por tu corazón bueno y disponible. Gracias, María, por tu corazón de ojos limpios y puros. Gracias, María, por tu corazón sincero y transparente. Gracias, María, por tu corazón claro y luminoso. Gracias, María, por tu corazón sencillo y humilde. Gracias, María, por tu corazón lleno de luz y de amor. Gracias, María, por tu corazón abierto al infinito. Gracias, María, por tu corazón joven, sencillamente, joven.
Aquí me tienes, en busca de un camino libre de fe. Aquí me tienes, en busca de un proyecto de vida. Aquí me tienes, en busca de Alguien en quien dejar mi amor. Aquí me tienes, en busca de semillas de alegría. Aquí me tienes, en busca de paz y de bien. Aquí me tienes, en busca de un sendero de justicia. Aquí me tienes, en busca del rostro del Dios vivo. Aquí me tienes, en busca de la libertad perdida.
¡Gloria a ti, María, Casa donde Dios mora! ¡Gloria a ti, María, Madre de Cristo y Madre mía!

Salmo de cercanía

Tú estás presente en mi vida, Señor, y mi corazón se goza al saber que eres Padre. Tú eres mi refugio y mi alcázar, Dios mío, en ti confío.
No temo a las tinieblas de la noche, ni el calor duro de medio día. Porque contigo sé que mis enemigos caerán por tierra y la victoria será segura.
Yo he hecho de ti mi refugio, te he tomado, Señor, por defensa. La desgracia, contigo, no entrará en mi casa, porque tú me guardas en todos mis camino.
Tú me cubrirás con la palma de tu mano, y no dejarás que mi pie tropiece. Caminaré sin cansarme hacia la meta con la seguridad de que tú serás mi recompensa.
Porque sé que me quieres, me librarás. Porque sé que me tratas personalmente me protegerás. A ti te puedo invocar porque sé que siempre me escuchas.
Tú estás siempre conmigo aunque mi corazón se olvide de que me amas. Tú estás siempre conmigo aunque mi corazón te falle y comience de nuevo. Tú estás siempre conmigo aunque mi corazón se canse de seguir tus pasos. Tú estás siempre conmigo aunque mi corazón a veces no lo sienta.
Señor, mi vida te pertenece. Que mi corazón no tema aunque el camino sea duro. Tú estás conmigo y mi vida es cosa tuya.

Salmo desde la vida y la luz

Nosotros buscamos tus huellas, Señor, en la vida de tu tierra; buscamos tus huellas profundas en la luz que inunda tus cielos. Tu gloria, oh Dios, alabamos en tus oras y nos llena de alegría; la obra de tus manos, Señor, es un canto a tu bondad y belleza. El día al día, la noche a la noche, comunican tu mensaje de amor, y nuestro corazón joven se llena de gozo y entusiasmo ante tu presencia.
¡Bendito seas, Señor, en la luz y en la vida de tus obras!

Como la brisa sueva, como el rocío de la mañana, Señor nuestro, tu mensaje nos llega derrochando la grandeza de tus manos. La tierra toda está salpicada de tu amor y tus prodigios, y tu rostro se descubre al oír de cerca tus pisadas. Tú te haces presente en la lluvia y en la flor, en la nieve y la luz; te haces presente en el canto de los pájaros y el balar de los corderos.
Oh Dios de la vida, que inundas la existencia de tu vida y ternura. Oh Dios de la luz, que penetras todo y lo llenas de alegría. ¡Bendito seas, Señor, en la sencillez del vuelo de un pajarillo!

Tú has levantado en el mar una tienda para el sol y habitas en sus aguas; tú has sembrado luz de estrellas en sus alas y caminas como el viento, te recreas en la inmensidad de tus mares y tus playas, y te asombras de la vida que sus entrañas llevan dentro.
Eres grande y nosotros te alabamos con el corazón gozoso. Eres grande y nosotros aplaudimos la vida que has derrochado. Eres grande, Señor, y onzas dado la vida para que la vivamos. ¡Bendito seas, Señor, en la pureza de la nieve, en lo alto de la cumbre!

Aquí me tienes en busca de mis raíces, de mi historia; aquí me tienes con ganas de ser verdadero y libre; aquí me tienes con gansa de salir de mi egoísmo y vivir en amor; aquí me tienes sin definirme como soy, sin poseerme en mi realidad. Aquí me tienes con ganas de cambiar, de vivir otro estilo; aquí me tienes con ganas de ser hombre nuevo, hombre en pie.

Ayúdame, Jesús amigo, a no venderme a los más fácil y vacío; ayúdame, Jesús amigo, a romper con las amarras que me esclavizan; ayúdame, Jesús amigo, a romper la concha donde estoy encerrado; ayúdame, Jesús amigo, a superarme, a buscar la cumbre. Ayúdame, Jesús amigo, a hacer de mi vida un estilo como el tuyo; ayúdame, Jesús amigo, a hacerme hombre según la norma de tu Evangelio; ayúdame, Jesús amigo a tenerte a ti como Modelo de Hombre.

Quiero ser original y no copiar modas, ni vestir anuncios; quiero ser auténtico y no perder mi verdad por la imagen barata; quiero ser valiente y no buscar componentes a mi vida; quiero ser enérgico, decidido y no andar en duda continua. Quiero, Jesús amigo, ser fiel a la palabra que me has dado; quiero ser constante en el amor, en la amistad que ha nacido en mí, quiero, Jesús amigo, ser creativo, vivir desde el centro de mí mismo; quiero ser yo, desde mi YO profundo y vivir desde mi corazón.

Aquí estoy, Jesús amigo: quiero encontrarme y sólo desde ti me encontraré; dame conocimiento de mí mismo a la luz de lo que eres Tú; dame conocimiento de lo que soy a la luz del hombre del Evangelio. Sólo quiero, Señor, Jesús, vivir como hombre nuevo, el Proyecto de vida que tu Padre y Padre nuestro me entregó, y llevarlo a cabo para así dar gloria a Dios de corazón.

A abrir camino Tú me llamas

No hay caminos en la vida, Señor; apenas senderos que hoy abro y mañana desaparecen. Yo estoy en la edad de los caminos; caminos cruzados, caminos paralelos. Yo vivo en encrucijada y mi brújula, Señor, no marca el norte. Yo corro cansado hacia la meta y el polvo del camino se me agarra a cada paso, como la oscuridad a la noche. Yo voy a galope caminando, y a tientas busco un rastro, y sigo unas pisadas. Y me digo: ¿Dónde me lleva el camino? Aquí estoy indecisa, desorientada, sola y vagabunda, como mendigo, con mi vida a cuestas, con mis ilusiones y proyectos, con mis fracasos y problemas. Yo busco luz verde para mi camino, yo quiero vía libre para mi vida. ¿Quién me traza el camino?¿Eres Tú quien ha extendido a lo largo de mi vida un camino? ¿Cuál es el mío? Si Tú me lo has dado, me pertenece. ¿Dónde me llevas? Si tú lo has trazado quiero saber la meta ¿Voy sola? ¿Camino en grupo? Tengo miedo que mi cantimplora y mi mochila se queden vacías y a mi lado nadie comparta conmigo. Señor, Tú sales al paso en mi camino para marcar mi rumbo. Es tu voz hecha llamada, quien me indica palmo a palmo, mi ruta en el llano o la montaña escarpada. Es tu voz hecha llamada, quien me arranca de mi siesta, de mi vida fácil y segura, de los míos y lo mío. Es tu voz hecha llamada, quien me arranca de mi siesta, de mi vida fácil y segura, de los míos y lo mío. Es tu voz hecha llamada, quien me lanza a ser apoyo, y servicio, y comprensión, y alegría, y ayuda… de los otros… Es tu voz, hecha llamada, quien me arranca de mí y me hace grupo. Señor, yo busco camino –solo uno-, y me fío de tu palabra. Dame fuerza, tesón a cada paso para caminar contigo. Dame un grupo de amigos decididos, prontos a la marcha. Llevaremos nuestra tienda, te llevaremos con nosotros, y serás cada día, quien oriente nuestra marcha. Yo busco ahora un Camino, da luz verde a mi vida, pues a abrir camino Tú me llamas.

Salmo para descansar

Vosotros que pasasteis la noche en la casa del Señor, en los atrios de vuestro Dios, levantad las manos y descansad. Lo mismo que el ave regresa al hogar y encuentra su descanso en su nido, así mi alma descansa en ti, Señor. Porque tú eres el gozo de nuestra alma, la abertura siempre abierta, la puerta de la esperanza, en ti nos confiamos en el descanso.
Cuando llega la tormenta, cuando el frío arrecia tras los cristales, cuando todo parece que va a concluir en tragedia, Tú eres el descanso, la plenitud sin fin, el infinito que se puede tocar, el que cierras nuestros ojos con tus delicadas manos. Aunque a veces me duermo enseguida, pensar en ti me hace sentirme mejor, me brota una paz inexplicable, y al punto me duermo en paz. Aunque mis padres me abandonaran, aunque el sol no calentase, yo descansaría seguro en el Señor, estaría muy a gusto con mi Dios. Amén.

Salmo al amanecer

Señor, estrenamos un nuevo día que queremos sea tuyo. Te ofrecemos todo para que tú lo transformes en gesto de amor para los hombres.

Da ilusión a quien se levantó sin fuerzas, da alegría a quien la perdió, esperanza al deprimido, amor a quien se siente solo.

Esta mañana, Señor, el sol se asoma tímido, pero sus rayos, como tu presencia, me susurran al oído:

Hoy es un día espléndido, puedes mirar con ojos grandes, si te haces como un niño, puedes jugar a ser feliz, sonreír al que te encuentras, animar al que siempre se queja.

Hoy puedes encender una luz en vez de maldecir la oscuridad. Puedes ofrecer tu cansancio en vez de quedarte derrotado.
Hoy es un día único, que no volverá. Dios, como siempre, estará en tu camino, por muchas que sean tus tristezas. Jesús está vivo. ¿No lo palpas? Por muchas cosas que te salgan mal, tú eres el centro de un amor eterno, tú eres muy importante, pues Dios te ama. Amén.

Salmo en la noche

Señor, esta noche tengo miedo, siento el corazón terriblemente oprimido. Me es difícil comprender que tú construyes desde mi nada, pues sabes de mis debilidades y pecados y me das tu gracia y tu fuerza.
Señor, ¿por qué la noche es tan oscura? Dime se es verdad que tú me amas… en mis dudas.
Hoy no puedo más, necesito sentir tu presencia en mis ausencias, necesito tocar tu cercanía cuando te siento dolorosamente lejano. A veces creo no poder más, el camino es demasiado largo y me voy agotando al caminar.
Cuando cae la noche sobre mi pueblo y se encienden las primeras luces de las casas, me acerco a ti de puntillas, sin maquillajes, sin falsedades, con mi traje viejo y sin miedos. Al verme, Señor, te he visto sonreír, como si me esperases desde siempre; con tus manos me has estrechado el corazón, poco a poco la noche se ha alejado sin prisa, ha vuelto la luz, la mañana sonreía con una luz nueva; detrás de la noche vino galopando el día, y mi alma se llenó de un gozo indescriptible, estalló la sinfonía del amor.

Salmo al final del día

Señor, confesamos nuestra debilidad: Hoy hemos andado caminos oscuros, hambreando pequeñas satisfacciones lejos de tu cabaña, cuando tú te acercabas y nosotros nos retirábamos como si tú fueses un extraño.

No te hemos conocido ni en el pobre de la esquina, ni en el amigo pesado de siempre. Nos costé verte en el anciano, y en el lamento del enfermo.

Cerramos los ojos ante el que deseaba ser escuchado y no te descubrimos presente en todo.

Ahora, Señor, puedes dejarnos descansar en paz, porque deseamos verte mañana en todos los acontecimientos del día. Queremos ser tú y colaborar contigo a implantar la civilización del amor.

Ahora, Señor, cuando la noche cierra sus ojos para soñar y las estrellas nos miran con sus ojos grandes, danos tu paz, la que el mundo no puede dar.

La paz de descansar entre tus manos sintiendo que tú te acercas a mí y estampas un beso de amor en mis frías mejillas y me dices con el lenguaje de tu silencio: “Mañana será mejor, hoy acepto tu pobre entrega”. Amén.

María en la cruz de cada día

María, en tu sí a Dios, has hallado ancho campo para tu corazón de Madre, huerto feraz para que anide la ternura, surco dispuesto al amor. Tu “sí” previene el canto esperanzado, apaga el grito tenso de las sombras y recuesta el llanto desvalido. Madre, firme en la hondura del dolor a espada y sin medida; incansable compañera del sufrir paciente y en silencio… Eres Madre de Jesús fugitivo y emigrante, tu Hijo Jesús, pendiente de las cosas de su Padre, tu Hijo Jesús, incomprendido, solo, traicionado, tu Hijo Jesús, víctima del odio y la injusticia, que padece, perdona y muere colgando del madero. Madre fiel y perseverante, que sigues al pie de la cruz de tu Hijo Sacramentado cuando el amor que nos brinda es despreciado, cuando los hombres dejan de lado la viada que se brinda sin cesar en la Eucaristía. Madre de la Eucaristía, haznos “eucaristía”, pan partido y entregado, acción de gracias. Madre del dolor y Señora de las penas, eres roca inconmovible en tu fragilidad doliente, luz que rasga tanta noche sumida en el tormento.
La cruz, plantada como mástil en tu vida, se hace costumbre, plegaria prolongada, y te impulsa, ágil, peregrina, al encuentro de Dios en el gozo pascual recién fundado. Virgen dolorosa, tu sufrir descubre sentido, horizonte, valor y jornal al dolor, cruz nuestra a cada instante.
Como el ciego del camino

Aquí estoy, Jesús, como el ciego del camino. Pasas a mi lado y no te veo.
Tengo los ojos cerrados a la luz y siento en ellos como duras escamas que me impiden verte.
Al sentir tus pasos, al oír tu voz, siento en mí como un manantial que nace, como un pájaro que se escapa volando, como una vida a chorro, que grita por ti. Yo te busco, yo te deseo, yo te necesito para atravesar tantas calles en mi vida.
Jesús, me ciegan tantas cosas:
Es la vida con sus luces de colores.
Es el placer con su fuerza irresistible.
Es el dinero con sus cadenas que aprisionan.
Estoy comenzando a vivir, Jesús, y todos quieren mi vida.
Yo siento en mí una lucha dura y sin piedad por seguir en la barca o rendirme incondicional.
Jesús, ábreme los ojos a tu vida.
Quiero poner mis ojos en los tuyos, y leer en ellos tu amistad.
Quiero ver tu rostro con ojos limpios.
Quiero abrir mis ojos a la luz de tu Evangelio.
Quiero mirar la vida de frente y con sentido.
Quiero que la fe sea antorcha en mi camino.
Quiero verte y quiero aprender que la vida, el dolor y la muerte, sin tu luz son caos.
Quiero ver en cada hombre un hermano.
Quiero abrir los ojos a mí mismo, y ver dentro de mi vida.
Quiero poner mis ojos en las cosas y buscar en ellas tu huella.
Jesús, ayúdame a ver. Que el pecado es tiniebla densa. Como el ciego del camino, como el ciego, así te busco. Toca mis ojos con tus dedos y ábrelos a la luz. Entonces el camino – mi camino, Señor – tendrá rumbo.

Tu rostro buscaré, Señor

Subo a la montaña para orar,
Buscando los destellos de tu rostro; me pongo en tu presencia y la nube me ilumina, la nube que me envuelve y me penetra, transparencia de tu gloria, sacramento, y guardo tu rostro y tu palabra.
Tu rostro buscaré, Señor; orando en el templo, buscaré; escuchando tu silencio, buscaré; y buscando siento que me miras, y entraño la mirada de tu rostro.
Tu rostro buscaré, Señor; bajaré hasta la choza y la chabola, para orara, para estar con los excluidos, inmigrantes de color, receptores de todos los rechazos y rostros humillados, suplicantes, en el fondo, como el tuyo.
El cielo se abre en su presencia y yo me siento como un reo, porque no hay lugar en nuestras casas.
Tu rostro buscaré, Señor, me acerco al hospital en oración, buscando tu rostro en los enfermos, rostros doloridos, tu rostro ensangrentado, son un cielo abierto, y los beso, y te beso.
Tu rostro buscaré, Señor, en oración, hasta en la cárcel, rostros odiosos, son tu rostro en el infierno, por la desesperanza y la tristeza, y los quiero, porque tu misericordia les devuelve
Tu rostro buscaré, Señor, orando en los ríos humanos de la ciudad, en las colas del autobús o en el metro, en los estadios y grandes almacenes, en los templos, rostros desdibujados, impacientes, tu rostro anónimo todavía, y yo los voy llamando por su nombre.
No me escondas tu rostro, Señor, porque se hace de noche, quiero entrañar tu rostro deseado con todos sus destellos, tu rostro, icono del Padre, la más brillante Teofanía.
Tu rostro me descubre que Dios está enfermo, muy enfermo, de amor.

He aquí la esclava del Señor

Hágase en mí lo que quieras tú.
Aquí estoy para lo que tú mandes.
Habla, Señor, que voy a decir, Sí.
Llámame que voy corriendo.

Te escucho sin prisas para enterarme bien y saber lo que Tú quieres, para decirte rápidamente “sí, quiero”. Tú ya lo sabes: lo que tú quieras eso quiero yo sin que yo deje de ser yo delante de Ti.

Cuenta conmigo para lo que quieras y sea lo que tú digas. Tienes la respuesta en mis labios en el instante mismo de leer yo en los tuyos –todavía tú no tienes labios, no te los he dado- tu deseo y tu voluntad. Hágase.

Las cajas de ahorro y las oficinas bancarias insisten al cliente: nunca firme un cheque en blanco. Pero yo, Señor, no les hago caso. Aquí lo tienes en blanco: escribe todo lo que tú quieras. Tú no me vas a robar nada en esta mañana azul de Anunciación.

Todo lo que pueda darte con mi Sí, cheque en blanco, es lo que Tú me has dado antes. Todas mis riquezas y mis joyas, mis ahorros, mis dineros y tesoros de Ti los he recibido. Tuyos son. ¡Hágase!

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